La selección española tiene la mala costumbre de poseernos de fe, de cargarnos de dosis de esperanza y de crearnos ilusiones antes de una cita importante. Sí, es una mala costumbre. Ayer España ganó a Italia con lo justito, sin hacer grandes alardes. Villa la sacó del altar y los de Aragonés hincharon el pecho en Elche. La afición se lo cree. Piensa que es un buen equipo ¿y quién no? Casillas, Sergio Ramos, Puyol, Marchena, Capdevila, Xavi, Iniesta, Silva, Cesc, Villa y Torres.
Sin duda alguna lo querría para el equipo de mis amores, pero huele bastante la historia. Es cierto que 'El Niño' ha dejado de ser tal en el Liverpool, que Cesc decide eliminatorias en 'Champions' y que Iniesta es la 'crem de la crem' de un Barça que se columpia, pero no me sirve. El jugar con la selección es algo distinto. El espíritu competitivo de los italianos, alemanes e incluso franceses va mucho más allá del que puedan tener las perlas españolas. Además, para nuestros jugadores es más importantes triunfar en sus equipos que en la selección. En fin, mientras tanto, el Martínez Valero gritaba: "¡Raúl, Raúl, Raúl!"...