Triste España, sí, triste. Ayer ganó a Francia (1-0), la subcampeona del mundo con un solitario gol del oportunista Joan Capdevila. Sin embargo quien viera el partido rápidamente se daría cuenta de que sirvió de poco. Un ritmo cansino, un partido con las justas ocasiones y una España que no fue a Málaga a nada, ni con ganas, ni con intenciones de probar, ni con Raúl... por no ir no fue ni de rojo: su color habitual. La selección vistió una camiseta dorada, que se utilizó porque a los franceses se les metió entre ceja y ceja vestir de colorao por no sé que rollos de su federación. Así, se presentó un partido extraño en que los nuestros mostraron sus carencias. A Güiza le vienen grande estos partidos (y eso que hace goles a diestro y siniestro con su Mallorca), a Xavi le importa un bledo esto de España. Albelda se sintió otra vez futbolista, pero con todos mis respetos nunca podrá jugar la Eurocopa lejos del ritmo frenético de la competición. Así que el partido de ayer, que no valió para nada --sólo para que Luis sacara pecho con la victoria-- se nutrió de dos cosas. El acierto de Capdevila, que es todo un especialista en estas acciones y las manos de Casillas, que obró otro milagro, como siempre. El de Móstoles le sacó un mano a mano a Henry con el tiempo cumplido. España, triste España...
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