Villa marcó el tercero y alguien se tiró sobre mí aplastándome contra el suelo. Creo que era Ismael. Me abrazó con tanta fuerza que llegué a temer por mis gafas. Pero me daba igual, asbolutamente igual. Un poco más a mi izquierda, Jaime hacía lo mismo con Rodrigo, y Marco saltaba por encima. Torre se volvía loco y Dani mareaba la cabeza de Carlos. España volvía a debutar en una gran cita de forma extraterrestre.
Goleando a Rusia, jugando a las mil maraVILLAS, y sobre todo, alimentando la ilusión de miles y miles de españoles. Os engañaría si digo que pisé el bar con menos tensión que cada domingo, porque la selección no es como el Real Madrid, ni como el Atléti, incluso ni como el Deportivo. Pero con el primero gol, me di cuenta de que la selección es mucho más, aunque no pase de ronda, aunque se quede en cuartos, aunque perdamos por un árbitro como en Corea.
La selección es abrazos de colores. Abrazos de unos y otros. De los del Madrid con los del Depor, de los del Atleti con los del Barça, incluso a aquellos que no les gusta el fútbol siempre encuentran motivo en los de Aragonés para tomarse una cerveza. Una sensación indescriptible, aunque pueda decir que cuando Cesc puso el cuarto me arrastré completamente por el suelo. Gracias España, aunque sólo sea por estos partidos, que se producen cada cuatro años, pero que llenan de alegría a todo un país que oye de fondo algo de una crisis. Gracias España.
jueves, 12 de junio de 2008
Abrazos de colores
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